Os dejamos este enlace en el que se muestra el testimonio de un paciente de TOC tratado por Encarni del que nos sentimos muy orgullosos y satisfechos https://www.ideal.es/granada/abrazar-padres-sentia-asco-enfermo-toc-20220130161340-nt.html
Ha logrado salir del pozo que le obligaba a lavarse las manos cada vez que le venía un pensamiento de asco o culpabilidad, algo que llegó a hacer hasta 500 veces al día
Jesús tiene en su cabeza una lavadora que no para de centrifugar. Un Pepito Grillo de los malos. Es como un monstruo demandante. Si lo alimentas, crece y se convierte en grande pero si lo miras de frente, si lo encaras, se achanta y se queda pequeñito. Jesús tiene 27 años, TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y también un don para el dibujo. La vida le cambió una tarde de lluvia, a los 16, cuando pensó que los abrigos salpicados de agua de su madre y su hermana, estaban contaminando toda la casa. Y se puso a limpiar… desde entonces la supuesta contaminación de las cosas, ese trastorno que lo mancha todo, ha marcado sus días.
Jesús se define como perfeccionista, escrupuloso y ahora… feliz. Atrás ha dejado 11 años de vida dominada por el trastorno obsesivo compulsivo. Sabe definir el TOC a la perfección. Dibuja una rueda que va de la obsesión, a la ansiedad que sube y, de ahí, a la compulsión y a la ansiedad que baja por haber realizado lo que su cabeza le dictaba.
El segundo arreón se lo dio su trastorno al ver que una compañera de piso limpiaba con un mismo estropajo el cuarto de baño entero. «Le cogí asco a todo. Me compré una escupidera para no tener que usar ese aseo», recuerda. «Estuve un año sin abrazar a mis padres por miedo a contaminarme», expresa.
La vida le cambió una tarde de lluvia, a los 16, cuando pensó que los abrigos salpicados de agua de su madre y su hermana, estaban contaminando toda la casa
De su pueblo de Jaén salió para estudiar Bellas Artes en Granada y regresó a su casa cuando sintió que tocó fondo. Todavía le tocaba vivir un episodio aún peor. «Mi cabeza creaba pensamientos que me generaban culpa y asco y me lavaba las manos para purificarme. Es como si estuviesen unidas a mi mente con un cable», explica. Jesús discutía con su padre, que no entendía la enfermedad y cortaba el termo para que no se lavase más las manos. El trastorno inundaba la casa y él tuvo dos intentos de suicidio. «Yo vivía porque respiraba. Solo por eso». En una de esas discusiones azoradas, Jesús se marchó de casa y al volver descubrió que su padre había muerto de un infarto. Jesús empezó su etapa negra en lo más profundo del pozo.
Los psicólogos, hasta ese momento, no habían conseguido ayudarle. Se ingresó voluntariamente en la planta de salud mental y tampoco logró mejorar. Fue su madre la que dio con la asociación TOC Granada, sus salvadores. Como no podía salir de la cama fueron a su casa a por él. Le ofrecieron terapia y alojamiento gratis. Gracias a una psicóloga de la asociación, Encarni, empezó a ver la luz. Con la terapia entendió que arrastraba traumas de bullying y una «homosexualidad reprimida» que le habían ido metiendo en ese laberinto sin salida. Y empezó a trabajar esos asuntos. Poco a poco. Hasta que fue remitiendo la lavadora y su centrifugado.
«Mi cabeza creaba pensamientos que me generaban culpa y asco y me lavaba las manos para purificarme. Es como si estuviesen unidas a mi mente con un cable»
Jesús ha llegado a lavarse las manos 500 veces al día. Con lejía, con amoniaco, con detergente… y gracias a Aurelio, presidente de la asociación TOC, a Kety, a Encarni, a los compañeros, empezó a salir. «A la psicóloga y al presidente de la asociación les debo la vida». Lo dice literal. Ahora trabaja en un pub como relaciones públicas y está planteándose retomar Bellas Artes. Él no piensa que el TOC se cure o no, solo sabe que con terapia, con esfuerzo, se consigue vivir con él. Y además, también se logra ser feliz. Él ha vencido al monstruo que ahora es diminuto.