El mundo se está volviendo un lugar cada vez más traumático para la humanidad, la realidad que nos ocupa, como recientemente la COVID 19, junto a otros episodios personales vividos, como el 11M, historias de abuso, malos tratos, negligencias en el cuidado de los hijos…
El trauma psíquico es el resultado de una exposición a un acontecimiento estresante inevitable que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento emocional de la persona y le genera un estado de indefensión alto. Por tanto, el trauma no se mide por el hecho ocurrido sino por cómo la persona lo vive y lo siente. Este impacto emocional tiene una serie de consecuencias en la persona, tanto a nivel psíquico como físico, dependiendo de la cronicidad del hecho traumático.
Sin olvidar, que a veces es más traumático para una persona, “aquello que NO pasó” que lo que sí ocurrió, es decir, la ausencia de un abrazo, de una persona que acompaña a otra, una palabra de consuelo, una validación, un ser visto, o un “no es tu culpa”, “estoy a tu lado”… puede traumatizar y dejar más huella o daño emocional. En definitiva, la invisibilidad de la persona, el no ser visto o no tenido en cuenta hace más daño a la larga generando posibles problemas psicológicos graves.
Las principales consecuencias psicológicas del trauma son depresión, ansiedad, rechazo hacia uno mismo, desregulación emocional, es decir no control de las emociones, disociación, embotamiento, dificultades en la atención y la concentración, dificultad en el control de impulsos, abuso de sustancias, conductas autolesivas y comportamientos de riesgo, sumisión y dependencia, fuerte sensación de vulnerabilidad y peligro (Herman, 1992); revictimización, problemas interpersonales y en las relaciones íntimas, somatizaciones y problemas médicos, pérdida de confianza hacia otras personas, sentimientos de indefensión y desamparo, sexualización traumática, sensación de vergüenza y culpa (Finkelhor, 1988)… Se entienden las experiencias traumáticas junto a otros factores, como la génesis de los trastornos mentales.
A nivel físico o somático, genera dolores musculares, cansancio, insomnio, trastornos alimentarios, alteraciones cardíacas, tensionales, mareos, digestivas, endocrinas, caídas de pelo, erupciones o alteraciones dermatológicas, fibromialgia, alteración del sistema inmunológico como lupus, colon irritable… Dentro de los tipos de trauma nos encontramos con traumas naturales y traumas interpersonales, que son los que más afectan a una persona, ya que se producen en la relación con otra persona. Estos pueden ser concretos o simples, porque ocurren una vez y no se repiten, o repetido, llamado trauma complejo, ya que el acontecimiento es muy sutil y se llega a normalizar y no darnos cuenta de su alcance emocional, pero que se mantiene en el tiempo, como ocurre con el trauma de apego.