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Como las relaciones de Apego, condicionan la vida adulta

El apego es la capacidad que tenemos los seres humanos y mamíferos, para relacionarnos con los otros. Ya que somos seres sociales por naturaleza, el apego nos permite llevar a cabo las funciones más importantes de la vida, las que nos ayudan a sobrevivir, aprender, amar, trabajar, evolucionar, es decir el apego cubre nuestras necesidades básicas para la supervivencia.

El apego, es un proceso que se inicia desde que los padres deciden tener un hijo, incluso antes del nacimiento. Principalmente se da entre el cuidador habitual-hijo (la mayor parte de los casos corresponde a la madre). Esta relación primaria determinará las bases de las futuras relaciones afectivas a lo largo de su vida. El apego es la relación encargada de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza, permite al pequeño explorar, conocer el mundo y relacionarse con otros, bajo la tranquilidad de sentir que la persona con quien se ha vinculado va a estar allí siempre para protegerlo. Cuando esto no ocurre, cuando esto falla, los miedos e inseguridades influyen en el modo de interpretar y vincularse con el mundo. Ahí podemos ver   el papel fundamental que tiene el apego seguro, en el crecimiento y maduración psicológica sana de la persona.
Valoremos que cuando el ser humano nace, se suele encontrar totalmente desvalido, incapaz de poder subsistir por él mismo a un mundo de amenaza constante.

Existen diferentes estudios realizados en orfanatos donde se encuentran niños con las necesidades básicas de alimentación, calor, vestido, sueño, etc., totalmente cubiertas, pero que sin embargo desarrollaban trastornos y déficits psicológicos. La consecuencia principal radica en no recibir un adecuado contacto humano, a través del consuelo, las caricias, los abrazos.

Cuando el niño nace, el cerebro aún está sin desarrollar, y esto no se consigue por el simple paso del tiempo, sino que necesita las figuras de apego para su crecimiento, regulación, incluso la supervivencia mediante los cuidados y los afectos.

Esta evidencia podemos verla desde tiempos remotos, en el experimento que llevó a cabo en el siglo XIII el Emperador del Imperio Sacro Romano Germánico, Federico II, parte de la premisa de que todas las personas nacemos con un lenguaje común, el lenguaje de Dios,   que enseñó a Adán y Eva. Él pensaba que si desde que nacemos, al bebe se le priva de contacto o forma de expresión oral y personal, terminaríamos hablando todos el mismo idioma.

Para ello creó dos grupos de bebes, Grupo 1, se le privó de contacto físico, emocional y de expresión verbal, se le alimentó, cuidó físicamente, pero no existió intercomunicación con sus cuidadores, sin hablar con ellos ni gesticular. Al Grupo 2, todo lo contrario, qué si existiera comunicación, expresión verbal, facial, vínculo.

El resultado de este experimento fue desgarrador, y es que todos los bebes del grupo 1 fallecieron.  Aquí podemos ver la importancia del apego, desde una perspectiva de supervivencia clara.

En el libro de Deborah Blum “Love at Gonn Park” (2002), nos presenta varios estudios donde bebes abandonados, con buena higiene, y alimentados, pero sin un cuidador principal, morían a un ritmo alarmante. Así mismo lo demuestra en 1952 James Robertson y John Bowlby, como un niño de dos años hospitalizado por una hernia umbilical, algo sin complicación, se le ingresa en el hospital, se le priva del contacto materno, de manera que a los 10 días fallece. Hecho que lleva a cambiar la política sanitaria hospitalaria, donde los padres, se ingresan con sus hijos, para que no pierdan el contacto con su cuidador.

El primer documento que tenemos sobre la verdadera importancia de las relaciones tempranas se debe a un médico y psicoanalista llamado René Split, que inicia su andadura en el mundo del apego, observando a niños abandonados por sus madres en orfanatos, dando lugar a la presentación del libro “El primer año de la vida de un niño” (1887). Este libro trata sobre los efectos demoledores que origina en un niño la privación afectiva en la etapa infantil, y, según sus investigaciones, cuanto más temprana y más prolongada es la separación de sus figuras de apego, más acusados son sus efectos.

En 1954, aparece John Bowlby, otorgando al apego como “el lazo afectivo más importante que establece el ser humano durante la primera infancia, el vínculo que le garantizará sentirse aceptado y protegido de manera incondicional. Su desarrollo depende del establecimiento de rutinas sincronizadas: el tono, los gestos, la expresión, la mímica, la mirada… entre el niño y sus padres durante los primeros meses de vida”

Mary Ainsworth, con la que había trabajado, observó distintas interacciones entre madres e hijos bajo un procedimiento estandarizado que se conoce como la Situación Extraña.

Podemos resumir brevemente las principales funciones que tiene el apego en el ser humano, que consisten en:

  • Ayuda a favorecer el crecimiento del cerebro del bebé, para la supervivencia y su desarrollo personal. Este crecimiento, se sitúa por encima de cualquier necesidad biológica.
  • A través del apego seguro los seres humanos podemos explorar y conocer el mundo, sentir seguridad y coherencia tanto sobre nosotros mismos como sobre aquello que nos rodea.
  • Cuando un bebé es separado de su figura de apego principal, el  cerebro se activa  para buscar la cercanía y la seguridad en las personas significativas. Esto explica por qué los niños tienen  ansiedad  cuando se les separa de sus padres y por qué solo se calma cuando estos vuelven.
  • El apego influirá en como seremos de adultos, en los conceptos que crearemos, en la seguridad que tendremos en nosotros mismos y en el resto de personas, en como nos vincularemos con las figuras más importantes (hijos, parejas).
  • Del tipo de apego en la infancia, dependerá la capacidad de autoregulación emocional de adultos.
  • El apego nos ayuda a tener una visión consistente, sólida de nosotros mismos.

Si se producen dificultades en las relaciones primarias o en la seguridad del bebé, se pueden desarrollar los denominados traumas de apego, que predeterminaran la vida adulta.

Encarnación Cabrera Molina